miércoles, 4 de junio de 2008

Continúa la guerra en Capitán Haya


Espero que sigáis el hilo de Desencuentros, porque cada vez que leo a este chico me quedo impresionado de su constancia y del gran sentimiento que siente por esa chica que se toma el café junto a su mesa cada mañana en esa cafetería de capitán haya.

Es posible enamorarse de alguien que te ignora día tras día, café tras café y mañana tras mañana …

El caso es que por mucho que se sienta ignorado este valiente caballero no se rinde ante la dificultad del adversario. Día tras día y mañana tras mañana no falta a su cita matutina con la única ilusión de ver a su tan deseada y a la vez temida amada para que le brinde su ración de indiferencia diaria.

Os dejo con su último desencuentro…


Sentado, tomando mi café de la mañana (el único del día, la verdad es que no me sienta muy bien) la vi entrar como de costumbre irradiando vitalidad. Hoy iba acompañada (… su “amiga, confidente, amante, amada, prima, jefa, compañera de trabajo, intrusa, conocida….”, no se cuantas cosas me pudieron pasar por la cabeza), le contaba algo que la hacia reír como a una niña a la que le cuentas un cuento de hadas, esa sonrisa singular que regala alegría a todo el que la ve, sus ojos me miraron fugazmente y parecieron decirme que hoy no podríamos hablar , se sentaron en la mesita de dos que está al final del pequeño salón y yo me prepare a disfrutar de la fiesta que cada día me regala la armonía de sus ojos.

No pude evitar mirarla hoy como quien trata de adivinar el secreto de la coexistencia de tanta belleza, elegancia y gracia en una misma persona. Su pelo negro, fino y con un brillo que ya quisiera el sol tenerlo, luchaba por deshacerse de la coleta que lo apresaba con firmeza, algunos mechones habían logrado escapar y tapaban parte de sus ojos, que para mi complacencia a su vez luchaban por regalarme las miradas que hoy debían sustituir nuestra conversación.

Mientras tanto, atónito, yo asistía a todo un derroche de belleza, gestos y sonrisas. Intentaba describir la escena pero no lograba hacerlo, decidí que me faltaban palabras y que las que podría usar no estarían a la altura de la situación. Desconozco por qué extraña asociación recordé, inmediatamente, un famoso graffiti que mereció innumerables crónicas periodísticas en los principales medios de mi Habana.

Aquel, más que una súplica era un grito agónico de alguien a punto del suicidio que, abandonando toda esperanza de ser localizado, escribía desconsolado en todos los sitios donde se paraba: “Lina, Carlos aún te busca”. Sonreí, tome una servilleta y escribí en ella “????’, A…. aún te busca”, bebí mi último sorbo del café y deje la servilleta a su vista. Le sonreí y movió sus muñecas como ella solo saber hacer para decirme adiós y una leve caída de ojos para confirmar que recogería la servilleta.

Abandoné la Cafetería EMYFA de Capitán Haya para incorporarme a mi rutina diaria, con la esperanza de algún día ser, no solo encontrado, sino también rescatado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muito lindo!
Beijos

REIDI dijo...

Hola, encontré por casualidad tu rincón y me gustó.
Me alegra que aún existan hombres con tu sensibilidad.
Me gustará visitarte de vez en cuando