sábado, 26 de abril de 2008

Carta de un soldado



El mensaje en la botella que traigo hoy es una carta que escribió un sargento del ejército norteamericano a su esposa durante la guerra del Vietnam.


Os recuerdo que este conflicto ha sido uno de los más extensos y cruentos en los que se ha visto envuelto los Estados Unidos. Convirtiéndose finalmente en una derrota para la mayor súper potencia mundial.


Os advierto que esta carta es lo suficientemente dura para herir alguna susceptibilidad.


Querida Marilyn:

Antes de empezar esta carta quiero que me prometas olvidarla cuando la hayas leído, es que necesito hablar con alguien. Es posible que escribiendo sobre ello pueda comprenderlo un poco mejor.

Sé que no debería descargar en ti mis problemas, porque bien sabe Dios que no podrás darme una respuesta. Apuesto a que nadie en el mundo la tiene. Me expresaré de acuerdo con mi temperamento, muy directamente, y me limitaré a los hechos.

Ayer maté a una niña de 8 ó 9 años, con la carita más dulce e inocente que nunca hayas visto con una granada repugnante en la mano. Cuando yo y seis más íbamos en marcha, apareció ella para lanzarnos la granada.

Siempre aparece la vieja alternativa de: "o ella o nosotros", pero ¿qué derecho tenía yo por todos los demonios para matar a una niña? Todo lo que puedo hacer es pedirle a Dios que me perdone, porque yo mismo no me puedo perdonar. Parece tan absurda a veces esta maldita guerra.

Puedo matar a un hombre y no sentir preocupación alguna, pero ¿matar a una niña que ni siquiera ha aprendido a distinguir entre el bien del mal? No hay hombre que tenga ese derecho, o ese deber, o como quieras llamarlo. No tardaré mucho en largarme de aquí, pero hasta el último día de mi vida seguiré siendo incapaz de justificar esto.

Realmente me pregunto qué especie de hombre, o mejor de animal, he resultado ser. Sé que Dios me perdonará, pero el caso es que yo he de vivir esta culpa conmigo. Supongo que ésta no es la carta que esperabas de un sargento curtido y experimentado, pero hasta nosotros tenemos sentimientos. Por favor, no me malinterpretes: ahora mismo me siento amargado, dolido, y tan insoportablemente confundido que ya no se que pensar.

Tú solamente acompáñame, y un día de estos volveré a ser yo mismo; por lo menos eso espero. Una de las cosas que siempre he querido eran los niños. Me encantan todos los niños. Pero, ¿cómo podré volver a decirlo?. Creo que ya te he hablado mucho por ahora.

Gracias por escucharme.

Dusty.

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