sábado, 17 de mayo de 2008

Carta de amor de Kafka


Hoy traigo una nueva aportación a “Mensaje en una botella” esta sección de cartas, a veces con destino y a veces sin él.

Reconozco que casi todas las cartas que he posteado en esta sección son verdaderamente tristes –las cartas de suicidio, la carta del soldado a su esposa, la carta de despedida de Gabriel García Márquez, etc...- por lo que hoy os he traído una carta de amor, pero no de un amor cualquiera, sino de un amor verdadero, profundo y doloroso.

Se trata de una carta que escribió Franz Kafka a su amada Fraülein Felice entre el 1912 y el 1913. En realidad la relación que mantuvo Kafka con Felice se basaba en las cartas que se escribían mutuamente, a razón de dos o tres cartas diarias.

Fue una relación más mística que física en la cual Felice se convierte en su musa que le da fuerzas para escribir dos de sus obras maestras – La condena y La metamorfosis.

Franz Kafka necesita que esa relación sea exactamente como es. Una relación a distancia evitando así el acercamiento hacia ella, ya que como dice Elias Canetti: Teme que el matrimonio signifique la invasión de su cuarto, amenace la noche solitaria en que puede ser él mismo. Su justificación, su única y verdadera vida, su sola manera de enfrentarse al terrible mundo es la literatura.

Os dejo con esta carta que yo personalmente la considero como muy especial...


Te pediré un favor que suena completamente loco, y que yo consideraría como tal si fuera quien recibe la carta. Es también el más grande test al que aún la más amable persona puede ser sometida.

Bien, el favor es que me escribas una vez por semana, así tu carta llega el domingo, porque no puedo resistir tus cartas diarias, soy incapaz de resistirlas. Por ejemplo, yo respondo una de tus cartas, luego estoy acostado, aparentemente en calma, pero mi corazón late a lo largo de mi cuerpo entero y sólo es consciente de ti.

Yo te pertenezco, realmente no hay otra manera de expresarlo, aunque no es suficientemente adecuada. Por esta importante razón no quiero saber qué estás usando; me confunde mucho y no puedo lidiar con mi vida; y por esto es que no quiero saber que tu me tienes cariño. Si lo hice, ¿cómo pude, tonto de mí, permanecer sentado en mi oficina, o aquí en mi casa, en vez de saltar dentro de un tren con los ojos cerrados y abrirlos solamente cuando esté contigo?

Oh, hay una lamentable, triste razón para no hacerlo. Para ser breve: mi salud es apenas suficiente para seguir solo, pero no es buena para casarme, y dejemos a un lado a la paternidad.

Aún cuando leo tus cartas, paso por alto hasta lo que no puede serlo. ¡Si sólo tuviera tu respuesta ahora y cuán horriblemente te atormento, y cómo te obligo, en la quietud de tu cuarto, a leer esta carta, tan desagradable como jamás ha estado en tu escritorio!

¡Honestamente, esto me golpea por momentos y quedo preso como un espectro de tu feliz nombre! Si sólo hubiera despachado carta el sábado, en la cual hubiera implorado que jamás me escribieras de nuevo, y en la cual te hubiera hecho una promesa similar. Oh Señor, qué me impidió enviar esa carta? Todo estará bien. Pero, ¿hay una solución tranquila ahora?
¿Ayudará si nos escribimos una vez a la semana?

No, si mi sufrimiento puede ser curado por algo semejante, quiere decir que no es serio. Y ya preveo que seré incapaz de soportar aún las cartas dominicales. Y así, para compensar por la oportunidad desperdiciada el sábado, te demando con la energía que me queda, en el final de esta carta: Si valoramos nuestras vidas, permitámonos abandonar todo. ¿Pienso que debo firmar "tuyo" ? No, nada podría ser más falso. No, yo seré siempre esclavo de mí mismo, eso es lo que soy, y debo tratar de vivir con eso.

Franz

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